Esta semana, las historias de castings fallidos salieron a reclamar su espacio dentro de los medios. Mientras Russell Crowe desmentía al director P.J. Hogan y aseguraba que nunca audicionó junto a Julia Roberts para el protagónico de La boda de mi mejor amigo, Pierce Brosnan se hacía cargo de una broma que lo dejó afuera de un proyecto icónico.

Durante los años ochenta, Brosnan se convirtió en una de las máximas estrellas televisivas, luego de haber protagonizado junto a Stephanie Zimbalist la recordada serie de detectives Remington Steele. Su pasaje de la pantalla chica a la grande era casi cantado, pero según contó este viernes, su desembarco en las producciones cinematográficas podría haber sido a lo grande y haberse dado mucho antes. ¿Qué lo impidió? Su sentido del humor.

De buen porte, atlético, elegante, carismático y con una gran cuota de misterio. Todas las características con las que fue definido Bruce Wayne desde su creación le cabían también a él. Quizá por eso, resultaba extraño que nunca se haya pensado en Brosnan para calzarse el traje del vengador de Ciudad Gótica. Tim Burton tuvo en cuenta las similitudes cuando comenzó a trabajar en la preproducción de Batman, en 1988.

Para ese entonces, el actor ya había filmado El cuarto protocolo, junto a Michael Caine, y Papá por siempre, con Robin Williams. Solo le faltaba dar con el personaje indicado para que su carrera estallara. Consciente de que estaba frente a una gran oportunidad, aceptó audicionar para el papel. Y cuando todo parecía ir de maravillas, sucedió el traspié: “Recuerdo haberle dicho algo estúpido a Tim Burton”, le confesó el actor este viernes a Jimmy Fallon.

Y, consciente de que no podía dejar ni a su interlocutor ni al público con la intriga, accedió a revelar su comentario: “Dije: ‘Sabés, nunca voy a entender que puede llevar a cualquier hombre a usar sus calzoncillos sobre los pantalones”. Su chiste, en referencia al icónico traje del superhéroe -y de muchos otros, tanto de DC como de Marvel- no le causó ninguna gracia a Burton.

“Y bueno... Ahí lo tenés: el mejor hombre consiguió el trabajo”, remató Brosnan, refiriéndose a Michael Keaton, quien finalmente fue elegido por el director para personificar Wayne tanto en la película de 1989 como en su secuela de 1992, Batman vuelve.

De todos modos, Brosnan tuvo su revancha. Otro personaje icónico lo esperaba: nada menos que James Bond, el mítico agente 007; un papel que interpretó cuatro veces en los filmes Goldeneye (1995), El mañana nunca muere (1997), El mundo no basta (1999) y Otro día para morir (2002), y que lo convirtió en una estrella a nivel mundial.

“Bond me permitió tener esta maravillosa carrera”, manifestó el actor en una entrevista publicada por The Guardian. “Una vez que tenés esa etiqueta, se queda con vos para siempre, por lo cual hay que hacer las paces con ello”, añadió.

Con respecto a formar parte del mundo de superhéroes, el actor también tuvo revancha. Más de tres décadas después de aquel fallido casting, el actor logró ponerse en la piel de uno de los personajes más poderosos, enigmáticos y desconcertantes de la editorial: Doctor Fate. Su desembarco en el universo cinematográfico de DC se dio finalmente en Black Adam, la película protagonizada por Dwayne Johnson que se estrena este jueves en cines.

Su personaje, Kent Nelson, también conocido como el doctor Fate, es hijo de un arqueólogo al que le enseñaron habilidades de hechicería y le otorgaron el mágico Casco del Destino. Creado por Gardner Fox y Howard Sherman, es uno de los héroes más antiguos de DC y apareció por primera vez en More Fun Comics en 1940.