Abrazados en las afueras de la Casa Rosada, donde la familia decidió velar los restos de Diego Maradona, dos hombres lloraron al unísono, reaccionando con gritos, lamentos y miradas hacia el cielo. La imagen no fue la misma que se pudo ver en las calles de todo el país. En esta oportunidad, hubo algo que lo hizo diferente: uno de los hombres tenía la camiseta de River. El otro, la de Boca. Sí, equipos que sin dudas han sido rivales hace decenas de años. Diego lo pudo todo: cerró una grieta y generó el amor de todos y todas, que trascendió incluso las ideologías.

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