Con un primerísimo primer plano y mirando fijamente al espectador, Viviana Canosa sobreactuó un dolor que es difícil saber si siente porque no hizo nada por evitarlo.

No sólo fue una propagadora de la idea de que tomar cloroquina ayuda a evitar contagiarse -lo que era desmentido por todos los especialistas del mundo- sino que se quejó sistemáticamente de todas las medidas de restricción para evitar la transmisión del virus.

Tomando la cifra redonda de cien mil -cuando eran noventa mil también era una tragedia- la oposición la utiliza como herramienta de la campaña electoral donde Canosa oculta las miserias propias cometidas para jugar sincronizadamente con ella.