Este jueves se cumplen 20 años de las elecciones presidenciales 2003, en cuya primera vuelta se impuso Carlos Saúl Menem con el 24,24% de los votos, seguido por Néstor Kirchner con el 22,24%. La decisión del riojano de no presentarse al balotaje convirtió al entonces gobernador de Santa Cruz en el presidente de la Nación.

El país todavía estaba sacudido por la crisis de 2001, que había provocado la renuncia de Fernando de la Rúa y la caída de la convertibilidad entre el peso y el dólar, el castillo de cartas creado por Domingo Cavallo que se había venido sosteniendo a pesar de todo mientras creía el tendal de pobres y desocupados que dejaba a su paso.

El descreimiento en la política de gran parte de la sociedad continuaba, luego de la inestabilidad institucional que caracterizó al período en el que se sucedieron cinco presidentes en menos de quince días: a De la Rúa lo siguió Ramón Puerta, quien le dejó el lugar a Adolfo Rodríguez Saá, quien renunció una semana después para ser reemplazado durante unas horas por Eduardo Camaño hasta que el 1° de enero, tras la Asamblea Legislativa, se oficializó al senador nacional Eduardo Duhalde como jefe de Estado.

Eso trajo estabilidad, pero la economía continuaba en llamas. Con la convertibilidad imposible de ser sostenida en medio del default del país, en el gobierno de Duhalde se terminó con la paridad cambiaria peso-dólar y se realizó una devaluación del 400%, en lo que significó un nuevo golpe al bolsillo.

Más tarde llegarían las cuasimonedas, bonos emitidos por las provincias y el propio Estado nacional, que marcaron una época al igual que los clubes del trueque, como alternativas para seguir adelante ante la ausencia de pesos.

El descontento social se profundizaba mientras Roberto Lavagna, a cargo del Ministerio de Economía desde abril de 2002, renegociaba con los acreedores externos. Las manifestaciones y ollas populares se multiplicaban en todo el país.

El 26 de junio, una protesta de desocupados fue reprimida en el Puente Pueyrredón y en las inmediaciones de la estación de trenes de Avellaneda. Murieron dos militantes que se convertirían en símbolos de esos tiempos agitados: Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.

Ante el creciente malestar en la sociedad, Duhalde decidió adelantar las elecciones y las fijó para el 27 de abril de 2003. El tablero político comenzaba a reorganizarse y el peronismo terminó dividido en tres frentes.

El Presidente apoyó la candidatura de un ignoto Kirchner, que contaba con respaldo en su provincia pero era un desconocido para el gran público de la mayoría del país. También se presentaron Menem y Rodríguez Saá.

En el tercer puesto quedó Ricardo López Murphy, exministro de Defensa y Economía de De La Rúa, con el 16,79% de los votos, seguido por Rodríguez Saá con el 14,11% y Elisa Carrió con el 14,05%.

Hombre con memoria le canta la justa al pueblo argentina sobre Cristina

El balotaje entre Menem y Kirchner se había dispuesto para el 14 de mayo. Pese a lo fragmentado del electorado, los sondeos mostraban que la voluntad popular no quería un regreso del riojano, por lo que el expresidente dio un paso al costado y bajó su postulación. "Como decía la compañera Evita, renuncio a los honores y a los títulos, pero no a la lucha", parafraseó en el spot televisivo en el cual informaba su decisión, a solo cuatro días de la segunda vuelta.

"Hoy más que nunca la Argentina requiere contar con un poder político imbuido de la más plena y transparente legitimidad democrática. Lamentablemente, considero que este objetivo absolutamente necesario no está garantizado con el cumplimiento de la segunda vuelta electoral prevista para el domingo 18 de mayo",conntinuaba.

Así, el santacruceño se convertía en mandatario habiendo recibido el apoyo de apenas el 22,24% del electorado y el futuro del país se convertía en una incógnita. En su discurso de asunción, el 25 de mayo de 2003, Kirchner afirmó: "Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada".

"Vengo a proponerles un sueño: quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio, pero, además, quiero un país más justo. Anhelo que por estos caminos se levante a la faz de la Tierra una nueva y gloriosa Nación: la nuestra", concluyó su exposición.

Llegaría con él un período de crecimiento económico, de integración latinoamericana, de reorganización del Poder Judicial, de independencia económica del Fondo Monetario Internacional y de impulso de las políticas de derechos humanos, además de una renovación de la credibilidad de la gente, especialmente de los jóvenes, en las instituciones.