Macri re caliente con sus asesores porque quedó en ridículo

Mauricio Macri explotó la semana pasada. Con una ira controlada, se quejó a sus colaboradores directos por “haberlo expuesto” el miércoles 13 de febrero al anticipar que el país estaba viviendo una baja en la inflación 24 horas antes que el INDEC publicara un alza del 2,9% en los números de enero, un porcentaje mayor al 2,6% de diciembre y al 1,8% de enero de 2018. En conclusión: un nivel inflacionario imposible de defender como una tendencia a la baja. Para peor, los datos de febrero serán aún más altos que los de enero, ya que este mes presionarán los incrementos en los combustibles y el transporte, además de la inercia en los alimentos y bebidas. Los más optimistas hablan de una inflación del 3% en febrero; con lo que en los primeros dos meses del año el alza de los precios se aproximará al 6%, por encima del 4,2% del primer bimestre de 2018. Nada que indique que hay una inflación en baja.

Macri, al leer las crónicas sobre su declaración, estalló (siempre según sus tiempos y modales) y prometió que a su regreso de la India parte del rumbo económico de su Gobierno debía cambiar. No se habla de renuncias o de movimientos internos. Pero sí de avanzar en un desvío de los temas de la agenda económica. El Presidente se sorprendió el jueves pasado por las repercusiones que tuvo la decisión de acelerar los tiempos en el cronograma de reducción de los aportes previsionales para pymes regionales anunciado la semana pasada en la Casa Rosada y pidió que, hacia delante, ese sea el eje de los anuncios económicos. Analizó que el cambio de agenda económica, dejando de lado la fiebre cambiaria por una discusión que vuelva a incluir capítulos como producción, empleo, exportaciones y, quizá, crecimiento, es lo que debe primar desde la semana próxima. Y que todo el Gabinete debe concentrarse en este tipo de medidas. Y buscarlas donde las haya.

Además del affaire por el anuncio fallido de la baja de la inflación de enero, dos situaciones hicieron crecer su preocupación y encender seriamente las luces de alerta, ya no sólo económica, sino también electoral y política. Lo primero fueron las conclusiones a las que Macri llegó luego de una nueva ronda de consultas interdisciplinarias con varios economistas privados de confianza, que periódicamente visitan al Quinta de Olivos para dar sus pronósticos y exponer abiertamente sus críticas. Entre otros circularon desde que volvió de sus vacaciones en el sur hasta la semana pasada, Miguel Angel Broda, Miguel Kiguel, Carlos Melconian, Daniel Artana, Ricardo Arriazu, Pablo Guidotti y Martín Lousteau (este último en su rol de consultor, no como político). Y todos le dieron un panorama desalentador en los dos terrenos que más preocupan al Presidente: el crecimiento y la inflación. Sobre lo primero, la conclusión es que seriamente no hay ninguna certeza de que para las elecciones de octubre la economía esté en franca recuperación y que, si lo está, será con niveles mínimos (uno de los visitantes utilizó la palabra “amarretes”) y concentrada en sectores que lejos están de mostrarle a la sociedad que el país vivirá una recuperación. El panorama sería aún peor para las elecciones PASO del 11 de agosto, cuando el cuadro actual de mala onda productiva continuaría. Sobre la inflación, todos los visitantes ubicaron el pronóstico más cerca del 30%. Incluso por arriba de ese porcentaje. Y si esto ocurriera, la inflación acumulada en los cuatro años de gestión de Mauricio Macri se ubicaría cerca del 190%. Y, para el momento de votar, el alza habrá llegado al 180%. Demasiado.

Fuente: Ambito