“Se van a quedar cortos”, respondió tras escucharlos, y sorprendió con una hipótesis propia, ya largamente verificada: dólar a 30 pesos, 30 por ciento de inflación y las tasas al 30 por ciento. “Va a ser 30-30-30”, aventuró, apesadumbrado, ante las sonrisas socarronas de los especialistas. 

Ayer, cuando fue al encuentro de su equipo económico con la certeza de que su pronóstico se había cumplido, repartió a cada uno de los presentes un papel con números garabateados: eran las proyecciones fallidas de aquél enero.

Claro que la jugarreta resultó ser un bumerang. Repuesto de la humorada, recibió con preocupación los números y los análisis que le fueron acercando, a su turno, Marco Lavagna, Aldo Pignanelli, Joré De Mendiguren, Santiago Cámpora y el resto de los economistas del Frente Renovador. Dijeron, entre otras cosas, que el Gobierno no cumplirá con las metas de inflación, que va camino a ser la más alta del mundo.

Que la fuga de capitales no se frena y que con los dólares se esfuma la confianza en el país; que el déficit no se achica a pesar del ajuste salvaje; que la pobreza y la indigencia trepan a ritmo acelerado; que la recesión se agrava y que hasta la construcción empieza a mostrar signos preocupantes.

“Sergio, las productoras de alimentos más grandes del país están dando pérdidas, ¿sabés lo que significa eso?”, lo interpeló uno de los comensales, mientras un Massa meditabundo tomaba su gaseosa en silencio.

Ya habían pasado las 5 de la tarde en las oficinas de Libertador cuando se dio por concluida la cumbre. Antes de quedarse solo en su oficina, soltó una última reflexión: “en tres años destruyeron el país”, dijo, taciturno. Alguno cree haberlo oído reflexionar respecto de un fierro caliente. Lo último que todos escucharon fue un pedido: “piensen propuestas para revertir esto, necesitamos propuestas”. Permaneció buen rato encerrado y se retiró a su casa sin cruzar palabra con nadie.

Fuente: Infocielo