La nota, titulada “¡No sufra, ministra Stanley!”, culpa a la inflación por la creación de nuevos pobres y realiza un recorrido a través de los años y los gobiernos para explicar que es “una papa caliente” que Mauricio Macri quiso enfriar “sin dañar el tejido social” y fracasó. Que la oposición le marcó la cancha y lo condenó. “Fue condescendiente con el reclamo social y confinado a la cancha marcada por la oposición. Pecó por exceso y no por defecto”, dice el artículo.

En uno de sus primeros párrafos, La Nación explica el origen de la inflación. “La inflación no es un fenómeno natural ni una peste que llega del exterior. Es resultado de un exceso de gasto público por encima de la productividad de la economía. Es consecuencia de emitir dinero para cubrir el bache de ingresos y refleja la reacción de la gente, que pierde confianza en los billetes. Como en el juego de las sillas, cuando todos cambian pesos por dólares, solo se quedan parados frente a góndolas con precios inalcanzables, los más pobres”, señala.

Agrega más adelante que “la inflación también es un fenómeno político. Casi imposible de reducir por ser bastión de los intereses creados y sustento de líderes populistas, políticos clientelistas, gobernadores desaprensivos, seudoempresarios parasitarios del Estado y sindicalistas incorregibles. También de millones de buenas personas que tomaron lo que en la Argentina “se daba”: empleos redundantes, jubilaciones sin aportes, pensiones de favor, horas extras prebendarias o suplencias injustificadas. Y que siempre votarán a favor delstatu quo”.

Repasa los últimos 70 años de historia argentina y asegura que ningún gobierno la pudo domar. “Desde la primera crisis inflacionaria de 1952, el desborde del gasto público y su consecuencia, la demolición del peso argentino, se convirtieron en una “papa caliente” que cada gobierno pasó al siguiente, en una serie interminable de crisis que provocaron la pobreza estructural que sufre la Argentina y que nadie enfrenta, por su impacto político. Desde 1970 se sacaron 13 ceros al peso y, correlativamente, bajaron trece pisos los pobres, hasta lo más profundo del infierno dantesco, sin ser ellos los pecadores, sino los virtuosos”.

El artículo asegura que durante el gobierno de Raúl Alfonsín “ni el peronismo ni el propio radicalismo estaban dispuestos a encarar las reformas” para bajar el gasto público, mientras que el gobierno de Carlos Menem bajó la pobreza al 22% pero “no pudo con su esencia peronista e hizo crecer el gasto público en forma inconsistente con la paridad fijada” y “dejó a su sucesor,Fernando de la Rúa , con una situación explosiva, que elevó la pobreza al 35,4%”.

Ya en el tramo final de la editorial, el matutino de la familia Mitre dice que “el presidente Mauricio Macri tomó esa “papa” e intentó enfriarla sin dañar el tejido social, mediante una estrategia de crecimiento financiada con deuda externa. Fue condescendiente con el reclamo social y confinado a la cancha marcada por la oposición. Pecó por exceso y no por defecto”.

Dedica los últimos párrafos a la ministra Stanley. “La ministra de Salud y Desarrollo Social, Carolina Stanley , no debería sentirse culpable al anunciar el aumento de la pobreza al 32%, como no se sintió culpable el expresidente Alfonsín ni ninguno de sus sucesores. La pobreza surge de la imposibilidad de transformar el país en forma profunda para asegurar la igualdad de oportunidades, educar desde la infancia y ofrecer empleos de calidad. No es viable una nación con una proporción tan enorme de la riqueza colectiva que se desvía a gastos corrientes del Estado, muchísimos de ellos improductivos, aunque fuesen socialmente justos. Y mucho menos, cuando lo debe sostener un sector privado escuálido, sin acceso al capital (éxito rotundo de la marcha peronista), asediado por impuestos, agobiado por costos laborales y anudado en una trenza de obstáculos sectoriales”.

Concluye: “La joven ministra Stanley no puede cargar sobre sus hombros ni sobre su conciencia las capas geológicas de defensa de lo indefendible que caracteriza a nuestro país: décadas de abrepuertas, influyentes, espías, punteros y coimeros. De señas del truco, códigos mafiosos, Banelcos, retornos, aportes, fueros y chicanas para no modificar nada, mantener la clientela política, los privilegios corporativos y desgarrarse las vestiduras por los índices de pobreza del segundo semestre de 2018”.

Fuente: info135.com.ar