El año electoral pareció comenzar a tomar forma luego de varios lanzamientos de precandidatos esta semana. En el Frente de Todos, Daniel Scioli y Juan Grabois se mostraron como aspirantes a competir y en Juntos por el Cambio, finalmente, Horacio Rodríguez Larreta oficializó su intención de ser presidente. El del jefe de Gobierno porteño fue un lanzamiento de fórmula, en redes sociales y a través de la difusión de un video de gran calidad técnica de realización, pero muy centrado en ciertas ideas fuerza que parecen emanar más de conclusiones apresuradas de un focus group que de un análisis acabado de las necesidades de nuestro país.

Ya fue señalado el parecido con una famosa publicidad de whisky protagonizada por Robert Carlyle y otros recordaron aquellos spots de Fernando De La Rúa en los que buscaba mostrarse como hombre de acción y en los que pretendía reconvertir la tibieza en virtud. La comparación opera menos como chicana que como descripción del modo en el que fue recibido por su principal rival interna, Patricia Bullrich.

 

NO SE PUEDEN NI VER A LA CARA: exploto la interna de Juntos por el Cambio y la intolerancia

A decir verdad, el lanzamiento proselitista de Larreta fue muy deslucido por el fuego amigo. Tanto los comentarios apenas solapados y llenos de veneno de la presidenta del PRO como la foto que ese mismo día compartieron Mauricio Macri y María Eugenia Vidal rodeados de carteles que la postulan como candidata, operaron como una mojada de oreja muy marcada al alcalde porteño.

Debemos decirlo ahora, en el comienzo de la carrera electoral se anticipa una virulencia inédita. No sólo entre las fuerzas que pugnarán por la presidencia sino en las internas de las dos grandes coaliciones. Las consecuencias de esas disputas fratricidas pueden ser muy complejas para una sociedad que asistió impávida a un intento de magnicidio el año pasado y que ve que no hay modificaciones en las lógicas políticas que desembocaron en eso.

En efecto, para mostrar dureza frente a la propuesta de Larreta de “terminar con la grieta” y avanzar en esquemas de mayor diálogo, Bullrich contestó con un largo hilo en los que planteaba qué hay ciertos personajes con los que no se puede. La ex ministra de Seguridad asegura en las redes que con dirigentes como Cristina Kirchner, Hugo Moyano, Roberto Baradel, Sergio Massa o Juan Grabois no se puede dialogar.

NO SE PUEDEN NI VER A LA CARA: exploto la interna de Juntos por el Cambio y la intolerancia

Más allá del modo inquietante de entender la democracia, Bullrich sintoniza bien con el clima de época mundial en términos políticos y sintetiza de una vez y para siempre el larvado credo macrista: estamos nosotros y están los otros. La institucionalidad y la representación no importan. Con esas ideas gobernó Mauricio Macri y cuando algunos de sus funcionarios o colaboradores -Rogelio Frigerio en Interior o Emilio Monzó en la Cámara de Diputados- mostraron posiciones más dialoguistas fueron corridos de sus lugares. Paradójicamente fueron estos dirigentes los que exhibieron los mejores logros en materia de efectividad a la hora de conseguir ciertos objetivos.

Pero, volviendo a la campaña y al presente político de nuestro país, que una dirigente se plantee el no diálogo como estrategia es alarmante luego de un 2022 plagado de violencia simbólico y con el intento de asesinato a la vicepresidenta como consecuencia y emergente de esas lógicas.

Si con cierta candidez creímos que un evento de tamaña gravedad iba a modificar esas lógicas de funcionamiento podemos concluir que quizás pasó todo lo contrario. Las profundizó. Porque además, más allá de la diferencia en el tono y el juego de roles, Larreta no es ajeno a ese mismo sistema de negación del otro como sujeto político. En estos días cuando se le preguntó por el llamado al diálogo, el jefe de Gobierno dijo: “No veo posibilidad de ponerme de acuerdo con quien liberó presos, cerró escuelas o que sólo es socio de Venezuela y Cuba”.

NO SE PUEDEN NI VER A LA CARA: exploto la interna de Juntos por el Cambio y la intolerancia

Esteban Bullrich quiso poner paños fríos en la pelea de Juntos por el Cambio

Fue otro Bullrich, Esteban, el encargado de aportar cierta racionalidad al asunto cuando tuiteó en respuesta al virulento planteo de Patricia. “No confundamos. Construir un país con los 45 millones de argentinos se hace dialogando”, afirmó el exsenador. Y agregó: “Hace falta más coraje para conversar con el que piensa diferente que para insultarlo. Ya probamos la pelea y no dio resultado. No caigamos en la trampa, cambiemos”.

La propuesta de el ex ministro de Educación tiene un elemento virtuoso que apunta a la raíz más profunda del problema de la intolerancia. Le quita la dimensión moral tan utilizada por quienes construyen en base a antinomias excluyentes. Si el otro es un inmoral, un chorro, un infame… la exclusión está justificada. Si el otro es alguien que “piensa distinto” la construcción y la búsqueda de consensos es posible.

Pero claro que un verdadero diálogo requiere también aceptar los planteos de los otros. Algo que la alianza Juntos por el Cambio ni en el Gobierno han mostrado entender como variable.

Fuente: C5N