De repente, tan de repente como la suba vertical de casos que sorprendió a todos esta semana, la pregunta dejó de ser si el país volverá a cerrarse para hacer frente a la nueva (y más peligrosa) ola del coronavirus, sino más bien cuándo y, más que nada, cómo va ser esa reacción. El gobierno trabaja en mecanismos que permitan hacer intervenciones quirúrgicas, focalizadas en los lugares de mayor peligro y en actividades de alto riesgo intentando minimizar los costos económicos inevitables.

Ese plan encuentra sus límites muy pronto cuando el epicentro de la pandemia vuelve a colocarse en el área metropolitana, donde viven, trabajan y se mueven cuatro de cada diez argentinos y cada medida que se tome, por pequeña que sea, repercute distorsionada y amplificada por mil en los medios de comunicación opositores. Que el territorio esté gobernado por dos dirigentes de signo opuesto, con ideas y estilos muy diferentes pero un objetivo común, que es la presidencia de la Nación, tampoco ayuda.

El gobernador bonaerense Axel Kicillof y los funcionarios de su equipo que trabajan en el combate a la pandemia reconocieron la situación crítica que se está atravesando y tomaron medidas acordes. Todas fueron consensuadas con las autoridades nacionales. En los próximos días, con el fin de semana largo detrás, se anunciarán nuevas restricciones. No habrá interrupciones a la actividad industrial, que no ha sido fuente de brotes importantes, ni en la escolaridad semipresencial.

Horacio Rodríguez Larreta, en tanto, sigue negando la gravedad de la pandemia a pesar de que nunca hubo tantos casos como ahora en la ciudad de Buenos Aires. Su jefe de gabinete Felipe Miguel fue el encargado de exponer la postura oficial: “No vemos que sea necesario tomar nuevas medidas”, aseguró. Aunque reconoció que hubo un aumento pronunciado de los casos, consideró que “el sistema de salud no se ve afectado en la misma magnitud” y aseguró que “en terapia intensiva la una ocupación es del 30%.”

Lo que dice Horacio y lo que hace

La realidad es muy distinta. Esa cifra se alcanza contando solamente las vacantes del sector público e incluyendo en el denominador incluso las camas infantiles. El sistema privado, que atiende a la mayoría de la población de CABA, ya se encuentra al límite. Hay varias clínicas con tasas de ocupación del cien por ciento y esta semana hubo pacientes de algunas prestadoras que tuvieron que esperar varias horas en una ambulancia antes de conseguir un lugar donde ser atendidos.

En privado, los funcionarios del PRO aceptan hechos que niegan en público: que el aumento de casos es preocupante, que el pico previsto para el invierno va a anticiparse, que la circulación de las variantes de Manaos y de Gran Bretaña crece a una velocidad mayor a lo previsto, que se ve mayor prevalencia de enfermedades graves (neumonía bilateral e hipoxemia) en menores de 60 años y que la mayoría de los contagios, como un año atrás, volvieron a focalizarse en zonas de clase media alta y alta en el norte de la ciudad.

Evidencia de estos dobleces es la resolución 27/2021 de la subsecretaría de Atención Hospitalaria porteña, que se distribuyó durante el fin de semana largo en el sistema de salud de la Ciudad. Sin ningún tipo de anuncio público y con la firma de la titular de ese área, Laura Cordero, el GCBA establece una “refuncionalización de los servicios prestados en Hospitales Públicos”. Aunque ya circula, la resolución tiene fecha del jueves, feriado, día que no hubo Boletín Oficial y todavía no fue publicada oficialmente.

El anexo que la acompaña ordena una serie de medidas, entre las que se destacan:

“Se suspende el otorgamiento de turnos programados para consultas presenciales a excepción de Clínica Médica, Ginecología, Obstetricia, Pediatría, Cirugía y Traumatología General a partir del 2 de abril de 2021”.

“Se activará en su totalidad la agenda de los turnos mediante modalidad de encuentro virtual”.

A partir de la misma fecha, “se suspenderá el otorgamiento de turnos para operaciones programadas (...) excepto las oncológicas, cardiovasculares y aquellas que por razones médicas no sea aconsejable prorrogar”.

En laboratorios clínicos “se suspenderá el otorgamiento de turnos programados” y “solamente se realizará la extracción y el procesamiento de muestras de pacientes provenientes de las áreas priorizadas”. La misma medida corre para el diagnóstico por imágenes.

En internación general “se comenzará la reducción progresiva del número de camas destinadas a cirugías programadas” para ampliar “el número de camas destinadas para internación de pacientes afectados por coronavirus”. Para tal fin, “se realizará la refuncionalización de salas dependiendo de la necesidad”.

“Se transformarán las camas de Unidades de Terapia Intermedia a Unidades de Terapia Intensiva”.

Las camas de unidad coronaria, así como los shock room “podrán ser refuncionalizadas según el momento epidemiológico”.

“Se considera al personal de Salud como esencial para control de la contingencia epidemiológica” por lo que “la totalidad del personal podrá ser alcanzado para refuncionalización tanto de horario como de lugar de trabajo, dentro de sus áreas de competencias”.

Por último, admiten tácitamente que la situación puede salirse de cauce al prever que “se irá activando la total disponibilidad de los Hospitales de Anillos Rojo, Amarillo y Verde, de preferencia en forma sucesiva a los fines de optimizar los recursos disponibles” aunque “de requerirlo la situación epidemiológica podrán activarse simultáneamente”.

Interlocutor se busca

Este doble discurso dificulta la apertura de los canales de diálogo que el gobierno le ofrece a la oposición con un temario amplio: la pandemia, el acuerdo con el FMI, los problemas estructurales de una economía bimonetaria, el calendario electoral y el consenso democrático, para empezar. A partir de la investigación de El Destape sobre las relaciones promiscuas de Mauricio Macri con el Poder Judicial, también esperan encontrar algún sector opositor dispuesto a participar de una necesaria limpieza de los Tribunales.

Por ahora son solamente buenas intenciones. Cuando se ensaya un tímido acercamiento, aunque sea informal, como sucedió esta semana en la Casa Rosada cuando Máximo Kirchner, Sergio Massa, Wado De Pedro, además de Cristian Ritondo y Jorge Macri charlaron brevemente sobre la conveniencia de demorar algunas semanas las primarias para que no coincidan con el peor momento de la pandemia y el invierno, la reacción furibunda de los opositores intransigentes obliga a los negociadores a retroceder en chancletas.

Pregonan el diálogo pero queman los puentes. Dirigentes como Mauricio Macri y Patricia Bullrich pero también los radicales Mario Negri y Alfredo Cornejo (un curioso caso de precandidato presidencial de un país que a la vez milita por la secesión de parte de su territorio) tiraron munición pesada contra el principio de acuerdo. El martes, en una reunión presencial, la cúpula de Juntos por el Cambio intentará unificar una posición. Hasta ahora, eso siempre fue un eufemismo para justificar la adopción de la agenda de los tirapiedras.

La radicalización opositora no es una buena noticia para el país. Está motorizada por dirigentes lo suficientemente experimentados como para saber que resignar el centro del electorado no resulta gratis en términos electorales. Interpelan a una minoría intensa y violenta que sólo puede ser competitiva si hay una catástrofe sanitaria y económica total y completa que estropee las chances electorales de cualquier oficialismo. Cualquier mella a la carrera política de Rodríguez Larreta sería sólo un daño colateral.

Alberto Fernández cree que el alcalde porteño tiene incentivos para tender nuevamente las líneas de diálogo que se quebraron el invierno pasado. Su criterio puede estar sesgado por la necesidad. El gobierno precisa urgente un interlocutor para destrabar una serie de nudos que aún no pudo resolver por su cuenta y Rodríguez Larreta es el candidato obvio; casi el único posible en el Tier 1 opositor. Halcón disfrazado de paloma, pero con más ejercicio del diálogo que Macri, su jefe político devenido principal rival interno, HRL hace valer esa ficha.

Como hace un año, cuando Fernández llamaba “amigo” al alcalde porteño, ambos hablaron ayer para intentar la coordinación de medidas de control de la pandemia. Kicillof no fue parte de la conversación por pedido del jefe de Gobierno, aunque la ciudad y el conurbano constituyan una sola unidad, desde el punto de vista epidemiológico. Rodríguez Larreta se siente en ventaja: en la charla con el Presidente, le pidió más vacunas para la Ciudad, a pesar de que es el distrito más beneficiado por el reparto.

No hay un ala dura y un ala blanda en JxC, sino muchas alas duras, cada una casi una PyME unipersonal en sí misma, todas con el GPS cargado en dirección a Balcarce 50, que se sobregiran tratando de ser un poco más opositoras para seducir a los ultras y a los convencidos, que son los que definiran la interna. En el camino quedan piezas memorables, como el tuit de la diputada mendocina Hebe Casado luego de que el Presidente dio positivo por Covid: “Díganme que estuvo con CFK en las últimas 48 horas el vacunado”.

La incógnita, en todo caso, es si existen dirigentes opositores con la lucidez necesaria para salirse de esa espiral y no recular ante el primer apriete con trolls en las redes. El peronismo ha demostrado, por necesidad si no por convicción, su disposición al diálogo. Pero hacen falta dos para bailar. Del otro lado, por ahora, no hubo respuesta. Los tiempos se acortan. Las curvas se disparan. Las terapias intensivas se llenan. En vísperas de días más difíciles, de eso depende la vida y la muerte de miles de argentinos.

Fuente: El Destape