Sobre las equivocaciones: conviene que los intelectuales las reconozcan incluso antes de que se las señalen. Dije varias veces “me equivoqué” y muchos gentiles comentaristas se burlaron de esta confesión como si fuera más culpable por haberlo reconocido que por el error mismo. Así son los modales en las redes, que suelen prohijar seudónimos para insultar a personas que exponen su nombre y apellido. Pero los intelectuales insisten en declarar sus equivocaciones. Quizá no sea por un ejercicio de sinceridad sino con el objetivo táctico de primerear a sus críticos.  

Para no desmentir a quienes, muchas veces despectivamente, me califican como intelectual,  ya mismo confieso: no debí decir que me ofrecieron vacunarme por debajo de la mesa. La frase, verdadera y totalmente comprensible en el castellano coloquial, fue el pedazo de carne que les faltaba a quienes me criticaban no por esa frase sino por haber hecho público que esos ofrecimientos existían. En el lenguaje que también usan las redes sociales, la frase “debajo de la mesa” no es ni elitista, ni incomprensible. Es simplemente una expresión metafórica.

Difícil entender por qué la sencillez de esa metáfora haya dado lugar a tantos ataques contra quien la pronunció. Hay tres posibles explicaciones. Una es que la frase se haya vuelto incomprensible de la noche a la mañana, transformación semántica inverosímil. La otra es que quienes la atacaron hayan elegido no comprenderla, con la facilidad que comprenderían si alguien dijera que le pasaron los datos por debajo de la mesa (es decir en secreto) o que intentaron entregarle dinero por debajo de la mesa (por ejemplo como cohecho). La tercera posibilidad es que las metáforas más sencillas pueden ser siempre objeto de interpretaciones diferentes al sentido que quiso darles quien las pronunció.

Es raro que “por debajo de la mesa” haya sufrido tantas distorsiones semánticas.La frase es demasiado fácil y quienes hablamos castellano del Río de la Plata la entendemos rápido, salvo que una parte de nuestra capacidad lingüística esté ocluida. Normalmente, hacer algo por debajo de la mesa quiere decir no hacerlo público y recurrir a algún grado de secreto. Solo faltó que alguien hiciera la interpretación más literal y disparatada: a Sarlo le ofrecieron ponerse en cuclillas debajo de la mesa para recibir la vacuna. Todo suena tragicómico, que fue un rasgo del gran sainete rioplatense.

Escribo notas mucho más complejas en este medio; escribo ensayos que exigen niveles de lectura mucho más altos. Pero nunca se me pasó por la cabeza (esto también tiene algo de metáfora), que “por debajo de la mesa” iba a suscitar tantas discusiones semánticas e ideológicas. Después tuve la oportunidad de publicar los mensajes donde figuraba el ofrecimiento. Desde la provincia de Buenos Aires se trataba de confeccionar una lista de personajes más o menos conocidos que hubieran recibido la vacuna, para darle una imagen de seguridad sanitaria que, en ese momento, se creyó que no tenía entre el público más extenso. Por lo tanto, tuve la sospecha de que si yo accedía a decir que me vacunaba, iba a recibir la salvadora inoculación. Y ese intercambio de favores en un distrito que no es el mío, ya que vivo en CABA, me pareció una operación publicitaria a las que me resisto siempre, venga de donde venga.

Aclaro que todavía no me vacuné, porque no estoy dentro del grupo de edad que puede recibirla por derecha. Ojo, esto también es una metáfora: no significa que la vacuna se inyecta del lado derecho, sino que se la recibe según lo que establecen las normas. Me permito estas simples aclaraciones porque “por debajo de la mesa” fue tan discutido como si se tratara de un texto cuyos dobleces era necesario desplegar.

Cuando las expresiones más sencillas y cotidianas como “debajo de la mesa” son criticadas del modo que se impugnó la mía, cualquier analista cultural futuro podrá decir que estaban buscando por dónde agarrarme: se hace la independiente y ahora se lo vamos a hacer pagar. Las expresiones que se usaron para criticarme fueron pobres. Fui profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA muchos años y tratábamos de enseñar la diferencia entre los niveles de uso de la lengua, por ejemplo entre la polémica y la pelea entre vecinos.

Se ve que mucho no logramos. Quizá fuimos demasiado elitistas. Quizá confiamos demasiado en la fuerza estética de los libros que se leían en nuestras clases. La culpa debe ser nuestra. Gente graduada en esa Facultad de Filosofía y Letras empleó un verbo, también en sentido figurado, cuando dijo que yo “cacareaba” mi rechazo. Cacarear es una divertida metáfora que me animaliza convirtiéndome en gallina, ave que es portadora de mis mejores recuerdos de infancia y, a lo mejor por eso, cacareo desde entonces. No me sentí ofendida cuando a alguien se le ocurrió que yo, con mi voz baja, podía ser capaz de cacarear. Hoy es un verbo más barrial que rural, pero gallineros puede haber por todas partes, incluidos los balcones y livings.

Los usos barriales de la lengua están en nuestras mejores tradiciones, entre ellas y en primer lugar, el tango. Falta que alguien inmortalice el episodio en una milonga cuyo título propongo: “El cacareo de la enana”. Los primeros versos, que escribió un amigo, podrían ser:

Beatriz, pará el cacareo,

 que a todos les parece feo,

cerrá por un rato el pico.

Si no entendés, te lo explico:

ojo, que hay gente letrada,

 que te patea como nada.

Tengo una historia. Vayamos al centro de la cuestión que he mencionado varias veces en estos días. No puedo vacunarme anticipándome al lugar que me toca, cuando me toque, porque conservo tanto como puedo algunos principios morales. Los otros, mis semejantes, son mi tribunal moral. Lo dijo Sartre en El ser y la nada: los otros son mi lugar, mi cuerpo, mi pasado, mi posición, mi prójimo. Solo porque están allí, yo estoy aquí, entre ellos, y puedo traicionarlos o ser solidario, quererlos o aborrecerlos. El mundo son los otros, no la suma de mis deseos e intereses. Eso no me vuelve generosa sino realista. Así es la vida.

Como están los otros, yo no habría podido soportar su mirada si me hubiera vacunado y ellos todavía estuvieran a la espera, quizás más enfermos, con mayores necesidades, más pobres o más viejos. Ser libre es precisamente reconocerme entre los otros, porque, si esos otros no existieran, ¿cuál sería el sentido de mi libertad? Sin esos otros, mis vecinos, mis amigos, los millones que no conozco y seguramente tienen mayores dificultades que las mías, yo no tendría ocasión de elegir ni de ejercer mi libertad. Para ser libre es fundamental que los otros estén allí. Su presencia pone mis límites, da fuerza a mis valores y registra mis transgresiones. Jamás pensé que darme la vacuna “debajo de la mesa” era un recurso simplemente sanitario. Era el ejercicio de un privilegio.

He recorrido el campo político por muchos lados: fui peronista, marxista leninista, prochina, hoy me defino como una socialdemócrata sin partido. Tengo muchos años de experiencia en el trato con políticos. No llegué ayer. Los políticos son interlocutores con los que me entiendo, no para ocupar cargos en el Estado sino para conocer y discutir sus ideas, sus propuestas, lo que se llama su ideología. Conocí mucho a Carlos Auyero, a Chacho Álvarez, a Margarita Stolbizer, a Graciela Fernández Meijide. No tengo dificultades para hablar el dialecto de la política. Nunca me sucedió que un político me tratara como alguien que hay que adoctrinar. La política no es para mi una novedad de los últimos años sino una ocupación durante décadas, incluida la dictadura, cuando repartía una revista por las calles. De entonces vienen los gestos cordiales y la familiaridad con que me saludan los viejos canillitas. Repartí impresos en las puertas de fábrica y tomé cerveza en las casas de algunos que los recibían.

Supe siempre que el riesgo es una de las dimensiones pasionales de la política. Desde allí hablo. Y por eso, no necesito manuales de retórica para usar una metáfora como “me ofrecieron algo debajo de la mesa”, que se entiende fácilmente salvo que hayamos entrado en la era de la literalidad y esté prohibido el uso de figuras. Si siguen así las normas, quien diga “la pasamos bomba” correrá el riesgo de ser confundido con un terrorista (para los preocupados por las figuras, les aclaro que esta es una hipérbole).

Por favor, la pandemia es dura de sobrellevar. Pero, aunque sea para pasar el rato, reconozcamos que la política es tan compleja como cualquier saber y que hay que estar preparado para entenderla. Solo personajes excepcionales (Eva Perón, por ejemplo) entraron a la política y dejaron su marca sin tener una preparación previa. Pero, claro, Eva Perón tuvo talento y carisma, dos cualidades difíciles de conseguir en el mercado o la universidad. Para el resto de los mortales, la política es un saber que presupone la experiencia o la falta de experiencia y la humilde voluntad de adquirirla. Como todo oficio, tiene una trabajosa escala de aprendizaje.

Cartita de Kicillof. Mientras el viernes a la tarde comenzaba a escribir esta nota, sonó el timbre y llegó el cartero. Me traía una carta documento firmada por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, que copio a continuación para que ningún lector interesado se la pierda.  Los subrayados están en el original recibido.

Ciudad de La Plata, 12 de marzo de 2021

Toda vez que el día 11 de marzo del corriente, el Grupo Clarín S.A., en la portada de su diario de papel “Clarín”, tituló “Tema del día. Lo declaró ante la justicia. Sarlo dijo que la esposa de Kicillof le ofreció  una vacunación VIP”, la intimo para que, en un plazo de 24 horas de recibida la presente, ratifique o rectifique haber efectuado en el marco de la investigación judicial llevada a cabo en la causa número 714/2021, en trámite por ante la Secretaría N 9 del Juzgado Criminal y Correccional Federal N 5 de la Capital Federal y/o al Grupo Clarín S.A. y/o ante algun/a integrante de aquel, la declaración que aquella empresa atribuyó a su persona y utilizó para confeccionar la portada del diario, ello bajo apercibimiento de iniciar las acciones que por derecho correspondan.

Al respecto, cabe precisar que la expresión “vacunación VIP” se ha utilizado para referirse a la supuesta facilitación del acceso una vacuna por parte de alguna autoridad, de manera indebida y oculta, con preferencia respecto de algún familiar o amigo, por fuera de registro, a destiempo y a espaldas de la opinión pública. En efecto, esta intimación se cursa convencido de la importancia que para usted revista la prensa sobre papel y de su posible rechazo a la campaña de odio y difamación que la publicación referida coadyuvó a generar sobre mi persona y la persona de mi esposa Soledad Quereilhac, además de la innegable afectación a la confiabilidad sobre la campaña de vacunación contra el Covid-19 que estamos llevando a cabo en toda la provincia de Buenos Aires.

Queda usted debidamente notificada

12 de marzo

Axel Kicillof

DNI 22293909

Dos notitas finales. Soy responsable de lo que escribo. Pero, ni durante un acceso de egolatría, pensé que me responsabilizarían por los títulos de tapa de Clarín.

Respecto del uso de la expresión “vacunación vip” que se me atribuye, reviso el acta de mi declaración en Comodoro Py y compruebo que no pronuncié esa expresión, infrecuente en el tipo de calificativos que elijo.

Fuente: Perfil