Nuria Pérez es enfermera y en 2014, en una sala de neonatología del hospital Eva Perón, en Santa Lucía, Tucumán, conoció a Zoe, una niña recién nacida, abandonada, con una rara enfermedad cerebral que hacía que su expectativa de vida fuera de solo un año. Fue así que, sin dudarlo decidió adoptarla.

“Si va a vivir tan poco mejor que sea con una familia”, pensó Nuria y empezó los trámites para adoptar a Zoe, quien no solo vivió más de lo previsto sino que le cambió la vida a todos los que la rodeaban.

La niña padecía hidranencefalia, una enfermedad que hace que en vez de hemisferios cerebrales, tenga dos bolsas de líquido en el cráneo. 

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 Sin embargo, Nuria, madre de un niño de en ese entonces 9 años, estaba dispuesta a ayudarla: “Si va a vivir una vida tan corta sería bueno que tuviera una mamá, un hermano, abuelos, tíos, primos, una casa, una cama, ropa y juguetes".

"Es claro que tuvimos miedos y más cuando se acercaba la fecha límite. Más allá de que sabíamos que en algún momento iba a suceder, nunca estás preparado para la muerte, y mucho menos la de un hijo”, añade.

 Lo llamativo es que Zoe compartió con su familia hasta cumplir 5 años y falleció en agosto de 2019, cuatro años después de lo que esperaban los médicos.

 La frase de Nuria lo resume todo: “Todavía estamos aprendiendo a vivir sin ella, pero no me arrepiento. Fueron los mejores cinco años de mi vida”.

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Fuente: Crónica TV