La ciudad de Buenos Aires privilegió a un puñado de prestadores amigos, repartió turnos de forma poco transparente, no consigue escalar en la cantidad de inyecciones que aplica por día y tuvo el martes una jornada negra en el operativo para mayores de ochenta años. En Corrientes, el ministro de Salud provincial tuvo un accidente vial mientras transportaba de manera irregular en su camioneta personal 900 dosis de Sputnik. El gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, tuvo que reconocer que hubo privilegios a la hora del reparto en las clínicas privadas a las que había derivado algunas de las primeras partidas que llegaron a esa provincia. Y Mendoza es, al día de hoy, la provincia que más lentamente está avanzando en el plan de vacunación.

Buenos Aires, Corrientes, Jujuy y Mendoza son los cuatro distritos que gobierna Juntos por el Cambio y en los cuatro ha tenido inconvenientes serios, o algo peor, en el marco del operativo de vacunación. Si se los midiera con la misma vara que piden los principales voceros de la oposición para el gobierno nacional, ninguno daría la talla. Pero el racconto exhibe algo más, un fenómeno que ya se había visto durante la gestión amarilla en la ciudad de Buenos Aires y en particular en los cuatro años en los que Mauricio Macri fue presidente de la Nación: el PRO (y sus socios políticos) no terminan de concebir lo público, es un ámbito en el que se sienten ajenos. No sólo no quieren; cuando quieren tampoco pueden.

Horacio Rodríguez Larreta tenía todo preparado para acercarse al Luna Park el martes por la mañana. Desde antes de que comenzara el horario en el que había turnos asignados, los móviles de televisión estaban convenientemente ubicados en el lugar para hacer una cobertura favorable de la jornada. Cuando todo devino en una situación caótica, con ancianos esperando durante horas en situación de vulnerabilidad, el alcalde porteño decidió suspender su visita en lugar de ponerse al frente del operativo para darle orden. Márquetin y prioridades. La respuesta de la administración Rodríguez Larreta fue, otra vez, echar culpas en otro lado. En esta ocasión, los viejos que llegaban temprano y acompañados. Semejante barbarie.

Fue el último eslabón de una seguidilla de errores no forzados que encadena el gobierno de la Ciudad desde que llegaron las primeras vacunas. El sistema de inscripción empezó tarde y funciona mal. Los turnos se asignan de manera poco transparente y, a veces, en horarios intempestivos. Se tercerizó la aplicación de vacunas en un puñado de obras sociales, mutuales y empresas de medicina prepaga que priorizan a sus afiliados con criterios poco claros, o a veces sin criterio en absoluto. Lo hicieron en nombre de la eficiencia. Sin embargo, la cantidad de personas vacunadas por día cayó la semana pasada un 75 por ciento, de 8500 el lunes a poco más de 2000 el domingo, como reveló ayer El Destape.

Ricardo Cardozo, ministro de Salud de la provincia de Corrientes, sufrió una descompensación y perdió el control de su camioneta personal, que conducía rumbo a la ciudad de Goya. El accidente de tránsito no tuvo mayores consecuencias, afortunadamente, pero en las pericias posteriores se descubrió un cargamento de 900 dosis de la Sputnik V que eran transportadas de manera irregular. El gobernador Gustavo Valdés respaldó a su funcionario. La prensa local denuncia la existencia de “un circuito” paralelo manejado desde la casa de gobierno. El ritmo de vacunación allí también se hizo más lento la semana pasada: todavía no se empezaron a aplicar las vacunas que Nación repartió el fin de semana.

En Jujuy, el gobernador Gerardo Morales blanqueó la existencia de vacunatorios VIP horas después de que estallara el escándalo que le costó su puesto a Ginés González García. Para cubrirse de las represalias políticas, hizo votar a la legislatura provincial una ley inconstitucional para difundir la identidad de todas las personas que se vacunaron en esa provincia. Las vacunas que se repartieron de forma indebida estaban en poder de prestadores privados por decisión de su gobierno. Además,durante las primeras jornadas de vacunación a personal de Salud, en febrero, se vieron escenas de desorganización en la capital provincial muy similares a las que tuvieron lugar el martes en la ciudad de Buenos Aires.

La última provincia gobernada por la oposición es Mendoza, que ocupa el último lugar en la lista de distritos según la proporción de vacunas aplicadas de todas las que recibieron. En el territorio que gobierna Rodolfo Suárez sólo se utilizaron, al día de hoy, 43 de cada 100 dosis disponibles. La semana pasada esa cifra era más chica, solo 30 de cada 100. La administración radical sólo entrega dos mil turnos por día y atiende con horario restringido: de lunes a viernes, de 8 a 18. Recién ayer anunciaron cambios en el operativo para acelerar la inmunización, aunque no dieron detalles ni se sabe cuándo entrarán en vigencia. Deberán redoblar el paso para no quedar rezagados.

Por supuesto que no son las únicas provincias donde hay problemas con la vacunación, pero el hilo conductor que traza la representación opositora en el poder ejecutivo de CABA, Corrientes, Jujuy y Mendoza permite echar luz sobre dos cuestiones que resultarán clave cuando sea el momento de hacer balances y sacar conclusiones. La primera es la dificultad de la derecha argentina para incorporar el sentido de lo público. Rodríguez Larreta tenía todo listo para mostrar el éxito de su vacunatorio sin embargo el globo le explotó en la cara. Los dirigentes de JxCencuentran un límite cuando se ven obligados a canalizar acciones o derechos universales, masivos, igualitarios y sin pulseritas ni patovas en la puerta.

El segundo punto es la doble vara de la dirigencia opositora, que queda al desnudo en la sobreactuación de errores y pecados ajenos, reales o inventados, al mismo tiempo que son incapaces de reconocer la viga en el ojo propio. Ni siquiera en el marco de las internas salvajes que viven por estos días sacó nadie los pies del plato. Eso da cuenta de que serán un adversario formidable en los próximos años, al que no debería volverse a subestimar, y también debería permitirle al gobierno calibrar los instrumentos para no sobrerreaccionar ante ataques que tendrán lugar pase lo que pase, haga lo que haga, con razón o por las dudas. En democracia se puede ganar o perder, lo que no se puede es ignorar a qué estás jugando.

Fuente: El Destape