Alberto Fernández es uno de los seis presidentes latinoamericanos que tienen una imagen positiva por encima del 50 por ciento. Se ubica tercero en un estudio comparativo sobre la aprobación de cada uno de los mandatarios en sus respectivos países, en plena pandemia. El Congreso argentino, por su parte, está aceptablemente considerado, muy lejos de la desaprobación que hay con los parlamentos de Chile y Brasil, por ejemplo. El análisis se hizo en julio y agosto, momento dramático del coronavirus, cuando Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, y Andrés Manuel López Obrador, de México, habían perdido gran parte del respaldo de la opinión pública por minimizar el virus. Sin embargo, empezaban a recuperar puntos de imagen positiva, aunque el brasileño no mejoró demasiado.

Los datos fueron publicados por Directorio Legislativo, una fundación apartidaria e independiente que lideran María Baron y Noel Alonso Murray. El trabajo comparó una larga serie de encuestaspublicadas en catorce países latinoamericanos, estableció el promedio y analizó las tendencias. La base fueron los sondeos que se hicieron en plena pandemia. 

El mandatario que figura al tope del ranking es el salvadoreño Nayib Bukele, con un espectacular 84 por ciento de aprobación. Pero el segundo lugar está peleado entre el uruguayo Luis Lacalle Pou y Alberto Fernández, con 55 por ciento y 54 por ciento de aprobación. Con este último porcentaje también figura el peruano Martín Vizcarra, aunque tiene alto nivel de rechazos. En los últimos puestos aparecen Sebastián Piñera, con sólo el 21 por ciento de aprobación, y los mandatarios de Ecuador y Venezuela, Lenin Moreno y Nicolás Maduro, con el 15 por ciento de opiniones positivas. También en los puestos de abajo rankea la boliviana Janine Yañez, lo que anticipaba la catástrofe electoral de la derecha de ese país.

El informe de Directorio Legislativo marca una cierta tendencia, producto de la pandemia. El análisis sostiene que la mayoría de los presidentes estaba en proceso de perder imagen positiva por las restricciones a la circulación y la actividad económica. La persistencia del virus ya estaba pesando en el ciudadano común y los mandatarios que impusieron las restricciones más fuertes veían horadar sus niveles de aprobación por el cansancio social. El estudio señala que, para agosto, Fernández venía bajando de los porcentajes altísimos, casi inéditos, de opiniones positivas que logró al inicio de la cuarentena. 

En sentido contrario, el análisis exhibe a Jair Bolsonaro en uno de los peores momentos --36 por ciento de aprobación-- pero en crecimiento. El presidente brasileño, desde agosto hasta octubre, no mejoró mucho ya que ahora llega al 40 por ciento, pero en el momento de la medición del estudio de DL no estaba en la tendencia a la baja de los demás. En la misma situación se ubicaba el presidente mexicano, López Obrador, con el 53 por ciento. No había tomado medidas fuertes al principio de la pandemia y los ciudadanos lo vieron de forma crítica, pero transcurridos cinco meses desde que el virus golpeó duramente en la región, sus números volvían a aumentar. 

Sea como fuere, al momento del relevamiento de los catorce presidentes, sólo seis superaban el 50 por ciento de opiniones favorables, entre ellos Alberto Fernández. Pese a la sórdida campaña de los anticuarentena y de la alianza mediática-política que actúa en sintonía con el sector duro de Juntos por el Cambio, la gente valoró el esfuerzo que permitió rearmar la estructura sanitaria, virtualmente puesta en colapso por el macrismo.

Un dato sorprendente es que la actividad del Congreso Nacional es una de las más valoradas en América Latina, algo que pueden exhibir Sergio Massa y Cristina Fernández de Kirchner, titulares de las cámaras de Diputados y Senadores. Una de las razones es que los parlamentos tienen muy mala imagen en América Latina, con peor situación, por ejemplo, en Brasil y Chile. En nuestro país también hubo años en que el Poder Legislativo tenía aprobaciones bajísimas, incluso menos del 10 por ciento de imagen positiva. En este caso se debe haber valorado que el Congreso funcionó, que se manejó con bastantes acuerdos y con cierta tranquilidad, pese a la pandemia. Es más, se aprobaron más leyes en los seis meses de sesiones ordinarias que en todo el año pasado, cuando en épocas electorales, el macrismo dejó al Congreso de lado y casi no hubo sesiones.

Como se sabe, los legisladores brasileños van de escándalo en escándalo, con varios exdiputados presos porque se les encontraron cuentas ocultas en el exterior o hasta dinero en efectivo escondido. Con semejantes antecedentes, los porcentajes de aprobación no podían ser muy altos. En Chile también los parlamentarios están muy cuestionados: el país es un hervidero, entre otras cosas porque está cuestionado todo el sistema institucional que dejó el dictador Augusto Pinochet. En ese cuestionamiento también caen los legisladores. En el estudio sobre los congresos, no hay datos sobre la mayoría de los países, pero los números sobre diputados y senadores suelen ser magros: existe una cierta demonización que no sólo se percibe en América Latina sino en la mayoría de los países. Hablar de Washington es hablar de una burocracia que tiene sueldos altísimos y actividad baja. 

El estudio de Directorio Legislativo evaluó la situación en medio de la epidemia. Es un proceso no terminado y lo más probable es que el ciclo continúe hasta casi la mitad de 2021, cuando estaría la vacuna. En ese momento se hará realmente el balance final y habrá que ver cómo queda parado cada gobierno y cada congreso.     

Fuente: Página/12