En 2013, cuando Cristina Kirchner impulsó una serie de proyectos para la democratización del Poder Judicial y la Ley de Medios Audiovisuales llevaba casi 4 años empantanada en los tribunales, un ex editor de Judiciales del diario Clarín le dijo a este cronista: “Magnetto tiene más jueces que Cristina”. Sabía de lo que hablaba y la cosa no cambió mucho. Es más: de tantos que tiene puede incluso impulsar cambios como el que anunció este fin de semana: el reemplazo de Carlos Rosenkrantz por Horacio Rosatti en la presidencia de la Corte Suprema. El primero es hombre de Clarín; al segundo parece que también le compraron el pase. Queda claro que Clarín quiere poner su segundo presidente de la Corte consecutivo.

La idea de Rosatti al frente de la Corte Suprema es de Clarín como empresa y como vocero de las grandes corporaciones nucleadas en la Asociación Empresaria Argentina (AEA), el sello creado por Héctor Magnetto y Paolo Rocca para ordenar la política de los dueños de la Argentina. Lo que que a primera vista puede parecer una interna palaciega cobra otro sentido si se entienden los intereses detrás de la jugada: ordenar la Corte (actualmente sin conducción real por parte de Rosenkrantz), poner a su presidente y que funcione como última instancia resolutiva de las disputas entre el poder real y el Gobierno.

Las implicancias son claras y afectan la vida cotidiana. Cualquier decisión de fondo que pretenda impulsar el Gobierno sea en materia de reforma judicial o económica puede y tiende a judicializarse y terminar en la Corte. Tarifas, jubilaciones, impuestos, tarde o temprano la decisión pasa por el máximo tribunal del país, que no tiene tiempos ni plazos. Que Clarín, como vocero de los intereses corporativos, apueste por Rosatti, no es inocuo.

Que la idea de Rosatti al frente de la Corte es una posición de Clarín como empresa quedó en evidencia al aparecer en la editorial del diario firmada por Ricardo Kirschbaum, el número 1 de la redacción. La editorial es la palabra de la empresa.

Kirschbaum publicó que “la Corte anunciaría días después de las PASO que Horacio Rosatti será su presidente, y Carlos Rosenkrantz, su vice”. El editor general de Clarín fabuló que eso “no es una buena noticia para los planes judiciales de Cristina”, aseguró que Ricardo Lorenzetti decidió “abandonar su afán de volver a ser titular del Tribunal, cuando constató que no sería acompañado por sus pares”, que eso “despejó el camino de Rosatti, quién había renunciado a su cargo de ministro de Néstor Kirchner porque no quiso avalar decisiones en las que no estaba de acuerdo” y que “Cristina nunca olvidó ese gesto y lo consideró una deserción”. Pero lo cierto es que más allá de la intención de Clarín hay varios puntos equivocados.

En la Corte cuentan que hace unas semanas vieron a Jorge Rendo, el histórico canciller del Grupo Clarín y actual presidente de su directorio, ingresar al despacho Rosatti. Que el tema a tratar era el Decreto por el cuál Alberto Fernández declaró a las telecomunicaciones como servicio público esencial, algo que Magnetto y sus socios lograron frenar judicialmente pero que puede llegar a la Corte. Ante la consulta de El Destape desde Clarín alegaron que no tienen registro de esa reunión y que les suena a “disparate total” ya que el tema aún no está en la Corte y que Rendo no se ocupa de cuestiones vinculadas a Telecom. Desde la vocalía de Rosatti negaron el encuentro.

Lo concreto es que si esa reunión se realizó y si Rendo no se ocupa de los temas de telecomunicaciones lo único que se puede pasar en limpio es que ahora Clarín en su editorial promueve a Rosatti como presidente de la Corte. Eso quedó escrito. Y nada de lo que se escriba en la editorial de Clarín puede ser tomado como cuentapropismo del que la firme.

El poroteo cortesano es complejo. El 1 de octubre tiene que asumir el nuevo presidente de la Corte pero nadie tiene una mayoría estable. Para que Rosatti presida la Corte tiene que lograr dos votos y votarse a sí mismo. Uno puede ser el de Rosenkrantz, que debería resignar su reelección en función de las directivas de quienes fueron sus clientes. El otro debería ser el de Juan Carlos Maqueda, que parecer ser el que puede inclinar la balanza. Elena Highton de Nolasco apoyó siempre las elecciones y reelecciones de Lorenzetti. Desde el entorno de Lorenzetti aseguran que jamás votarían por Rosatti ni votaría por sí mismo pero sí por Maqueda, que a su vez no quiere presidir el máximo tribunal del país.

Para entender los movimientos de Rosatti hay que prestar atención a la figura de Silvio Robles. Distintas fuentes indicaron a El Destape que Robles es quien maneja los hilos de las relaciones del cortesano, con quien trabaja desde que fue ministro de Justicia de Néstor Kirchner. Recuerdan que Robles trabajaba con Felisa Miceli cuando la entonces ministra de Economía tuvo que renunciar ante la aparición de dinero en su despacho y que éste salió indemne de la situación, algo que para varios resultó sospechoso. También señalan que supo tejer vínculos con empresarios y dirigentes políticos. Y destacan su aptitud de lobby interno en los pasillos del cuarto piso de Tribunales, donde los cortesanos supieron como recortarle poder a Rosenkrantz y repartírselo.

Rosatti llegó a la Corte de la mano de Mauricio Macri. Aceptó, al igual que Rosenkrantz, violar la Constitución y ser nombrado por decreto. Siempre se supo que el ideólogo de esa maniobra fue Fabián “Pepín” Rodríguez Simón. Tanto se sabía que Eduardo Feinmann se lo preguntó a Macri y éste tuvo que reconocerlo.

El dato no es menor: “Pepín”, el padrino del desembarco de Rosatti y Rosenkrantz en la Corte Suprema, está prófugo en Uruguay. Se lo investiga por su rol como articulador del intento de desguace del Grupo Indalo. En la causa se hicieron peritajes de las llamadas de Pepín y la jueza María Romilda Servini citó a declaración testimonial a Rosenkrantz por los 59 llamados que tenía con el monje negro de Macri. Si la jueza Servini sigue ese mismo criterio debería hacerlo declarar a Rosatti: hay otros 17 llamados entre Rosatti y Pepin en el mismo peritaje, tal como publicó El Destape.

La editorial de Clarín cierra con una loa a Rosatti por su salida del ministerio de Justicia en 2005. Dice que “había renunciado a su cargo de ministro de Néstor Kirchner porque no quiso avalar decisiones en las que no estaba de acuerdo” y que “Cristina nunca olvidó ese gesto y lo consideró una deserción”. La historia es más compleja y Rosatti no queda tan bien parado.

Rosatti llegó al ministerio de Justicia tras la salida de Gustavo Béliz, a mediados de 2004. Duró apenas un año en el cargo. Kirchner le pidió que encabezara la lista de diputados en su provincia, Santa Fé, y Rosatti se negó. Pero tiempo después, cuando fue convocado por Macri para la Corte Suprema, Rosatti dio otra versión: aseguró que había renunciado porque no le cerraban los números de una licitación para la construcción de cárceles. Tenía gancho: el responsable de la licitación era José López y con esa historia Rosatti se tiraba lavandina. Lo cierto es que cuando le planteó sus dudas a Kirchner y a Alberto Fernández, por entonces jefe de Gabinete, la respuesta fue que si tenía dudas hiciera toda la licitación de nuevo y listo.

Antes de ser ministro de Justicia Rosatti fue Procurador del Tesoro, el jefe de los abogados del Estado. Arrancó en 2003, junto a la gestión Kirchner. El panorama era complejo: se multiplicaban los juicios contra la Argentina en el CIADI y otros tribunales internacionales. Cuando renunció le agradeció a Kirchner por haberle permitido llevar adelante “una línea de defensa ante los tribunales internacionales que privilegió el interés nacional y la jurisdicción de nuestros tribunales”. Pero lo cierto es que cuando pasó de la Procuración al Ministerio dejó un tendal de expedientes sin terminar. Eso son miles de millones de dólares en juego.

“Dejó muchos dictámenes sin firmar pero podía ver los entrenamientos de Boca”, resume alguien que trabajó en la PTN. Se refiere a un artículo de la revista Gente que narró la llegada de Rosatti al ministerio de Justicia. “Entre otras costumbres que seguramente perderá, estará la de ir a ver los entrenamientos de Boca en Casa Amarilla, algo que solía hacer al mediodía en vez de sentarse a almorzar. Y también tendrá menos tiempo para escribir libros sobre leyes, que suele publicar la editorial santafecina Rubinzal Culzoni” decía el artículo. Lo insólito era que se hiciera tiempo para eso como cabeza de los abogados del Estado, un cargo donde el tiempo libre no abunda.


Cuando Rosatti llegó al ministerio de Justicia lo primero que hizo Kirchner fue quitarle las funciones de Seguridad, que fueron el eje de conflicto con Béliz. Pasaron al ministerio del Interior que comandaba Aníbal Fernández.

“Era un ministro part time, no le daba mucha bola al laburo pero sí a la siesta. Era más propio de De La Rúa que de Néstor” relata un ex funcionario del ministerio de Justicia en la gestión Rosatti.

Sobre la historia de que renunció por un desmanejo en la licitación de cárceles hay un dato: quienes estuvieron en su gestión recuerdan que Rosatti dejó vacante la Secretaría de Asuntos Penitenciarios. La licitación se gestionaba desde el ministerio de Planificación pero requería la firma de Rosatti ya que las cárceles estaban bajo su órbita. Y él no firmaba.

Entre los que lo trataron en esos años están quienes afirman que su deseo era que Kirchner lo nombrara en la Corte. No pasó. Kirchner, de hecho, lo quería en el territorio, en la campaña electoral santafecina.

En plena renovación de la Corte Suprema, Rosatti era ministro y tuvo que darle curso a los pliegos de Carmen Argibay y Ricardo Lorenzetti. Con este último ya tenía una enemistad que venía de su provincia, Santa Fé. Parece que no le gustó nada: ni quedar afuera del cuarto piso de Tribunales ni tener que impulsar el nombre de Lorenzetti.

Su revancha llegó con Macri. Llegó a la Corte Suprema. Uno de sus padrinos fue el prófugo “Pepín”. La otra Elisa Carrió. Y ahora tiene el apoyo de Clarín para presidirla.

Fuente: El Destape