El más peronista de todos los peronistas

Por Jorge Alemán

El señor vocifera por todos los programas de TV que frecuenta. Estará convencido que levantar la voz, ser avasallante con el interlocutor lo vuelve muy peronista. El argumento no puede nunca aparecer sin el énfasis que atropella. He sido educado en un hogar peronista, conocí a Jauretche gracias a mi padre en las tertulias del café Águila, de niño compartíamos fines de semana en la casa de Bramuglia, mi padre era amigo de Cámpora, Hugo del Carril lo visitaba cuando se accidentó gravemente, y para todos la educación del bien decir era una prioridad. Nunca levantar la voz fue una virtud peronista salvo en la ocasión pertinente.

El hiperperonista cita la Comunidad Organizada como su gran tesoro doctrinario. No da la impresión de que se haya enterado de la misma. Perón no cita allí a ningún autor argentino o latinoamericano, en cambio hay una larga secuencia de autores europeos que desembocan en Spinoza.

Todos equivocados según el hiperperonista concentrado, que se ve asediado por socialdemócratas por todos lados y que sabe que Europa lleva 200 años equivocándose.

Sin embargo, los grandes filósofos, con Gadamer a la cabeza, hubieran suscripto lo dicho por Perón en la alocución que clausuraba ese acto histórico en Mendoza. La propuesta de Perón de construir una política a distancia tanto del individualismo egoísta del capitalismo liberal y de la insectificación colectiva del socialismo salinista. Los filósofos que escuchaban participaban de la socialdemocracia naciente, la verdadera, la de la posguerra, la del estado de bienestar y la distribución del ingreso. No el engendro neoliberal que terminó siendo. La auténtica socialdemocracia hoy extinguida, esa de la cual el peronismo fue su antecedente efectivo. Eso Perón siempre lo supo, de hecho cuando en 1973 lo entrevistan Timerman padre, Maidana y Villarroel, y le preguntan por sus modelos sociales, menciona los socialismos del norte. Admito que al espacio político que yo pertenecía no nos atrajo en aquel tiempo una idea, Cuba mediante, que nos parecía el colmo de la moderación.

Pero nuestro hiperperonista que defiende al Duhalde que dijo haber visto «banderas foráneas» en una de las marchas de apoyo al gobierno de Cristina, repite ahora algo bien europeo, un falangismo posmoderno matizado por los nuevos ensayistas de las derechas europeas, que juegan con la idea de una soberanía antiglobalización, pero que en el fondo encubren un ideal restaurador de las tradiciones, para instituirlas como un marco normativo. Hay varios nombres en Europa que representan esa posición de pastiche posmoderno que reúne tradición, iglesia, nación y familia. Me aburre nombrarlos por irrelevantes y porque están en las antípodas del peronismo, que siempre ha respetado las tradiciones populares como debe ser, reinventándolas y en permanente apertura a las distintas transformaciones epocales. Por ello el peronismo nunca, por razones históricas, puede ser ese «esencialista». El que el más peronista de todos pregona en su performance televisiva. Pero como decía el General, cada peronista lleva el bastón de Mariscal en la mochila.

Y por ello, tal vez, el más peronista de todos, sea morenista, animando el espectáculo del retorno nostálgico de lo que nunca fue.

Fuente: La Tecla Eñe