Después de tocar fondo, se supone que no se puede ya empeorar. Pero hay excepciones. Argentina, por ejemplo, pidió auxilio en junio al Fondo Monetario Internacional. Aquella solución definitiva ha durado tres meses. Ahora ha vuelto a pedir auxilio y se encuentra ante una perspectiva desalentadora: el rescate concedido por el FMI implica agravar la recesión y soportar una purga durísima, la enésima, con la mayor deuda de su historia. La paradoja consiste en que con este sacrificio presuntamente final, el presidente Mauricio Macri espera conseguir la reelección el año próximo.

Nada es imposible en un país tan desmesurado como Argentina. Macri llegó a la presidencia con la promesa de poner orden en las cuentas públicas y encauzarlas hacia un crecimiento más o menos sostenido. En el tercer año de su mandato, su gobierno ha conseguido una inflación anual superior al 40%, una brutal devaluación del peso frente al dólar y una caída de la producción cercana al 2,4%. Según las estimaciones oficiales, 27 de cada cien ciudadanos viven en la pobreza y, con el nuevo ajuste, que implica reducir a cero el déficit presupuestario, el drama aumentará en los próximos meses. El balance es muy malo. Pero se puede relativizar. Según el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, el auxilio concedido por el FMI “despeja el panorama” y demuestra que “los grandes países del mundo” apoyan la gestión gubernamental.

Argentina se lo juega literalmente todo con la apuesta monetarista. Porque lo que se ha querido evitar con el recurso al Fondo Monetario es recaer en la suspensión de pagos de 2001. Pero los 57.100 millones de dólares que presta el Fondo hay que devolverlos, obviamente, en dólares. Y si el peso sigue cayendo, la deuda será cada vez más alta y puede hacerse impagable.

De momento se ha conseguido un respiro. Hay dólares para pagar la deuda externa hasta 2020. Esa falta de agobios juega a favor de Macri y sus planes de mantener la presidencia. Guido Sandleris afirma que si el peso sigue cayendo y llega a 44 por dólar, reforzará la divisa argentina con ventas de dólares por 150 millones diarios: eso es lo máximo que permite el FMI, para que Argentina no se gaste el préstamo en mantener artificialmente la cotización del peso. El problema está en que, para los mercados financieros, 150 millones diarios equivalen a calderilla. Por tanto, la única posibilidad real de salvación consiste en que tanto los propios argentinos como los inversores internacionales tengan fe y decidan que esta vez, a diferencia de las anteriores, las cosas saldrán bien.

fuente: Enorsai,