Pauline Randol, de 51 años, fue asesinada por su hijo adoptivo de nueve años con problemas psiquiátricos, cuyo nombre no se reveló por ser menor de edad, luego de que este le disparara con un rifle hallado dentro de la vivienda ubicada en Detroit, Estados Unidos. Durante meses anteriores, la mujer intentó conseguir asistencia médica, ya que "temía estar criando al próximo asesino serial”, y a un día de asistir a la primera consulta sucedió lo peor.

Las hijas de la víctima, Reagen y Harley, declararon ante las autoridades que su hermano “tiene problemas mentales que arrastra desde su infancia”, y aseguraron que su madre se sentía atemorizada por algunas de sus conductas.

Pauline y su esposo, Doyle, sabían desde el primer momento que lo adoptaron, cuando el chico tenía solo seis años, su complicado estado de salud mental producto de los padecimientos a los que había sido expuesto durante su convivencia con su madre biológica, una mujer adicta a las drogas.

Por otro lado, las hijas de Pauline resaltaron que si el nene hubiese recibido asistencia psiquiátrica en el momento correcto la muerte de su madre podría haberse evitado. “Su muerte está en las manos de las personas que no educan en problemas mentales y que no escuchan cuando se les pide ayuda”, indicó Reagen.