Una adolescente se asoma a uno de los 70 balcones que dan al jardín central del edificio Arcos del Polo, en Clay al 2800, Palermo camino a Cañitas. Mira a los cronistas, camarógrafos, productores de canales de noticias o programas de la tarde. Un vecino la imita, café en mano. Otra descorre la cortina, se ve vista, vuelve a correrla de un tirón. Aunque en una de esas dos moles de hormigón de 17 pisos viva Belén Francese, los habitantes del complejo se muestran poco habituados a las cámaras esta tarde nublada de principios de julio. Menos aún se habían imaginado que los ojos mediáticos llegarían por casos de coronavirus​.

“Este no es un edificio de lujo. Ni siquiera pagamos tanto de expensas”, cuenta a Clarín Mónica, que vive en una de las torres, mientras su vecina más célebre se defiende por televisión de quienesla acusan de causar un brote. Mónica paga $ 8.000 mensuales de gastos comunes, por vivir en un edificio de 20 años con vista privilegiada al Campo de Polo en algunos pisos, pileta, sauna, lavadero, parque infantil, gimnasio y SUM, hoy cerrados con llave. Otras unidades, de mayor metraje, abonan casi el doble de expensas. Alquilar uno de los departamentos de cuatro ambientes puede costar $ 100.000.

Pero tanto los propios vecinos como los comerciantes de la zona aseguran que es un complejo de clase media. “Viven más que nada familias y gente mayor, sin grandes lujos”, cuenta Bruno, que hace seis meses abrió su local de pastas frescas al lado. “Es un edificio de gente laburadora, que ahorró y pudo comprarse su departamento hace años”, destaca Carolina Paciello, que habita la torre Polo.

A pocos metros, en la avenida Luis María Campos, anda poca gente, no se sabe si por la Fase 1 o por los diez grados que parecen seis. El grueso del elenco vecinal que se anima a salir se vio más temprano, a 100 metros, en la Feria de Abastecimiento del Gobierno de la Ciudad que llegó a tener una cuadra de cola. De eso, y no de los casos de Covid-19 en Arcos del Polo, es de lo que se quejan los comerciantes cercanos. Uno charla con su hermana: le cuenta que le avisó a un vecino que vive en el edificio que allí había casos de coronavirus. “Él, ni enterado. Igual no tiene miedo”, dice ahora ante esta cronista.

Tampoco acusan temor Carolina ni Mónica. Ni conflictos. Sí “mucho cuidado”, dice la primera. “Ocupándose más que preocupándose”, agrega su vecina. Gastón, que vive en la torre Campos, no tiene miedo, pero sabe que “las balas empiezan a pasar más cerca”. “Mi abuela vive en la torre Polo y extremamos los cuidados con ella. No dejamos que salga. Le mandamos las verduras a la casa”.

El caso en Arcos del Polo se erige como una muestra: no sólo de cómo escala el interés cuando el Covid involucra a alguien mediático, sino de cómo el virus corre por toda la Ciudad, sectores altos y bajos. “No discrimina. No dice: ‘Este cobra tanta guita y este otro, tanto’. Hay cuestiones estructurales que influyen y acá podemos resguardarnos un poco más. Pero eso tampoco nos garantiza nada”, remarca Gastón. Carolina coincide: “El coronavirus está en todos lados”. Una buena síntesis de estos cuatro meses exactos desde que se detectó el primer contagiado en la Ciudad.

Fuente: Clarín